Sincronicemos relojes

Tengo clara la imagen: tres muñecas juntas paralelamente empuñando cada una un reloj. Una de ellas le pertenecía a Parker Lewis, así como la voz en off que se daba al mismo tiempo: “sincronicemos relojes”. Era el mejor momento, entonces sabría que los tres adolescentes resolverían el problema en el que se habían metido (otra vez), y eso ocurría en cada capítulo. Me refiero a la entrañable serie noventera del mismo nombre, una de las mejores de la época. En fin.

¿Que a qué viene éste repentino recuerdo? Pues ni más ni menos por la campaña para desterrar la "hora peruana" (iniciado el 1 de marzo por el Grupo del Deber y el Acuerdo Nacional), que necesitará un esfuerzo casi milagroso para que nuestro país logre entender que la hora es la hora y no 30, 40 ó 60 minutos después.

Porque aquí eso es de lo más normal, e incluso nos lo tomamos a broma, como si fuera uno de nuestros elementos distintivos. Llegan tarde los gobernantes y los gobernados, los hombres y las mujeres, los ricos y los pobres. El que está primero es el bicho raro. Nadie cumple los plazos establecidos simplemente porque esos están dados para marcar un “a partir de”. La impuntualidad nos define.

Me incluyo en el grupo no sin sentir vergüenza, pero debo decir que los horarios han sido para mí una debilidad. Las veces que he llegado exactamente a la hora son las menos (en realidad lo he hecho más cuando vivía en Japón, ¿será por eso que es un país exitoso?), siempre he creído (autosuficientemente) que puedo ser más rápida que el tiempo. Pero no, las pruebas me han demostrado lo contrario y ya es hora de dejarme de egoísmos y mover el trasero rápido pensando en los otros. Porque esperar no es el mejor papel. Y el punto central es el respeto, ¿cierto?

Aprovecharé esta campaña para sacudir mi lado más subdesarrollado, es todo un reto... pero sobreviviré, sé que lo haré.