Thursday, September 28, 2006

¿La salsa está de vuelta?



No tengo nada en contra de la libertad musical, cada quien merece que respeten sus preferencias o simpatías en términos generales, pero la verdad es que ya hacía falta que le bajen el volumen a Daddy Yankee y compañía. Por suerte, nuevos aires se avecinan.

Parece que al dichoso reggaetón no le queda más que ir haciendo maletas… la movida salsera se empieza a sentir nuevamente en Lima. Y si el II Festival de la Salsa se encargó de dar el primer empujón (con la presencia de El Gran Combo, La Sonora Ponceña, Grupo Niche y cerca de 20 mil asistentes) para los próximos meses se espera más: el Festival de la Salsa de Nueva York, en octubre, y Marc Antonie, en noviembre.

Es imposible decir que fui inmune al reggaetón (considero que hay algunos ejemplares rescatables en un mar poblado de pejesapos), su vorágine hizo que más de una vez termine bailando alguno de los tantos sonsonetes de moda. Y claro, no es que me sienta orgullosa de eso ni mucho menos pero tampoco estoy para arrepentirme.

Lo que sí me resulta cierto es que ya no quiero que bombardeen mis oídos con más de lo mismo, me niego a tener que conformarme con letras insustanciales y sonidos semi guturales si cabe el término. Porque aunque nunca lo busqué el reggaetón supo donde encontrarme: sube a la combi conmigo, se me cruza el sábado por la noche, me saluda desde la pantalla chica, etc.

Por eso veo con buenos ojos el desembarque de los salseros aunque la salsa tampoco sea mi fuerte. Los timbales me saben a miel en estos momentos. ¿Será la salsa el “refresh” que necesitamos?

Leyenda: Enardecida fanática se rinde ante El Gran Combo de Puerto Rico en el II Festival de la Salsa. Foto: Ruddy Tena.

Saturday, September 23, 2006

Sonidos que matan


Sí, es cierto, Lima es tan bulliciosa como una fábrica por dentro pero el título de este post no va por los sonidos de nuestras calles, es más bien una alusión a los insolentes tonos de telefónos celulares que ametrallan nuestros oídos y quiebran nuestra cita con la pantalla cuando decidimos ir a un cine.

Que yo recuerde no he visto una sola película en los últimos dos meses sin que algún olvidadizo haya dejado encendido o en modo normal (no vibrador) su pequeño aparato y que haya tenido “la suerte” de ser solicitado a través de él (he oído desde tonos comunes y silvestres hasta canciones de moda pasando por voces onomatopéyicas).

Lo peor es que, la mayoría de las veces, el sujeto en cuestión responde con total normalidad, tratando de hablar a media voz (igual logra ser escuchado siempre) y pese a uno que otro silbido de los vecinos, lo cual finalmente desencadena en una molestosa cadena de murmullos.

No importa el distrito (mis salidas se alternan entre Jesús María, Lince y Miraflores), ni la edad (lo sé por sus voces y sus dichosos tonitos), los bulleros son una especie que se resiste a extinguirse. Creo que de nada sirven los avisos de antesala al filme, al parecer la indiferencia es uno de sus puntos fuertes. ¿Habrá fórmula para librarse de ellos?

Leyenda: "!Apaga el celular!" parece decir hasta el propio protagonista del filme.

Foto: Ruddy Tena.

Tuesday, September 19, 2006

Ellas aman, ellas sufren


Dice que es feliz, aunque el miedo le hiele las venas cuando él levanta la mano, otra vez. Alicia tiene 24 años, dos hijos, un marido, casa propia y una resistencia todo terreno a los golpes que, de cuando en cuando, le hacen recordar que la vida no es perfecta. No tiene la intención de cambiar su presente, tacha de envidiosos a quienes le aconsejan huir, cree que su amor es más fuerte, siente que su hogar lo merece. Por eso, Alicia oculta los moretones de su cuerpo y su rostro a los demás, por eso escucha y acepta las disculpas de su agresor.

Cada episodio se sella con una oleada de pasión que termina por enterrar sus dolores. Vuelve a sonreir. Cuando alguien pregunta por qué lo hace, ella dice, con una sonrisa más tenebrosa que triste, que el matrimonio es una lucha constante. Eso lo aprendió de su madre.

Sufrir es un deporte nacional, puede más que el fútbol, y lo mejor de todo es que en esto si somos buenos. Las mujeres llevan la batuta heredando una especie de gen que encierra el masoquismo. Los estudios lo demuestran: las mujeres cuyas madres fueron maltratadas por los padres tienen el doble de violencia doméstica. (Profiling Domestic Violence 2004).

Hay muchas razones por las que ellas se sienten atadas a sus agresores (la dependencia económica, el miedo, la comodidad, etc) y eso es, hasta cierto punto, discutible. Lo que sí resulta increíble es entender a aquellas que se niegan a dejar su estado porque aman y se sienten amadas. ¿Por qué para algunas mujeres amar y sufrir son harina del mismo costal? ¿Cuántas Alicias pululan por estas calles?

Leyenda: La violencia y la poca autoestima se fusionan para hacer un coctel con olor a tragedia. Foto: Internet.

Tuesday, September 12, 2006

El lugar que no existe

Como si fuera parte de un filme existe un lugar en Lima que sencillamente no existe. Ese punto muerto, olvidado, ignorado, soslayado o, quien sabe, atrapado en las telarañas de algún maleficio, no tiene acceso a los pedidos delivery de Pizza Hut. El servicio que más se acomoda (el de Pueblo Libre) llega “solo” a dos cuadras de la vivienda desde donde se hizo la llamada. Las motos (con las pizzas) están prohibidas a pasar del cruce de las avenidas Salaverry con Cuba.

Los telefonazos a los otros locales solo confirmarían que lo que hasta ese instante era para mí una calle más de Jesús María, en realidad era una isla que me alejaba de mi fast food preferido.

No hay problema, hay otras opciones, probemos con Domino´s, tiene un local en el mismo distrito, he visto uno de sus repartidores entregar a la casa del frente. Cuarenta minutos después de esperar por la hawaina lo único que toca a la puerta es el hambre.

No encontraron la dirección, se perdieron en el camino”, fue la “atenta” respuesta tras el auricular. Así me enteré (porque a mí se me ocurrió llamar) que la pizza (mi comida) yacía (fria), de nuevo, en su local de origen, y que para hacer el viaje de retorno debían pasar otros “10 minutos... aunque si la quiere caliente 5 más para volverla a meter al horno”.

Esa noche descubrí "el lugar que no existe". Y cambié la pizza por una Bembos.

Monday, September 11, 2006

Esperando una combi


Ocurre que tienes que ir a menos de diez cuadras. Ocurre que lo último que quieres es caminar. Ocurre que tu economía te impide tomar algo parecido a un taxi (solo tienes una moneda de 50 céntimos de algún vuelto). Ocurre que hace frio, hay viento, empieza a garuar. Ocurre que te cansas de esperar aquella lata endiablada llamada combi y raudamente inicias el recorrido a tu destino. Ocurre que cinco cuadras después oyes la voz de uno de esos sujetos que se ganan la vida como cobradores ofertando tu ruta ("todo Cuba, todo Cuba) por tan solo 50 céntimos. Ocurre que te sigue lentamente. Ocurre que cinco metros después y ya con el hígado revuelto ves pasar otro vehículo de la competencia. Ocurre que odias que cuando más los necesites brillen por su ausencia pero cuando no los quieres jodan la paciencia.

Leyenda: Filosofía de una combi: desaparece cuando más la necesitas, te asfixia cuando no la quieres cerca. Créditos de la foto: Internet.

Thursday, September 07, 2006

¿Te dieron un billete falso?


Allí está, guardado en tu billetera o en el fondo de un cajón. Lo diste por perdido y solo lo usas para aparentar que no estás misio o para hacerte recordar, cada vez que tengas dinero al frente, abrir bien los ojos y no volver hacer el papel de ganso.

Un billete falso es como una de esas cadenas con maldición incluida que te malogran el día, cuanto más grande sea el número más desazón provocan. Con la cantidad que circulan por ahí, las probabilidades que te topes con este especimen de papel no es muy remoto. ¡Si hasta llegan a los propios bancos! Por lo menos eso intentó hacer (sin suerte) un sujeto en una entidad crediticia en Surco a donde llevó 5 mil nuevos soles para convertirlos en dólares (La República).

Tal vez si hubiese pensado como destino fiestas populosas, mercados y ferias, los billetes habrían hecho su agosto (todo un boom). Nada mejor que estos sitios para propalarlos (y recibirlos), si no que lo diga la policía. Y pueden venir de una amable mujer de 45, un inofensivo universitario o un avispado taxista. Todos ellos haciendo lo imposible por no quedarse con las manos cruzadas y con soles menos en los bolsillos.

Leyenda: Cada vez tienen mejor acabado. Un billete de 20 soles como este puede llegar a tus manos la próxima vez. Foto: Ruddy Tena.

Wednesday, September 06, 2006

Bye Bye Japón




"Extrañaré los trenes, los horarios apretados, los edificios, el aire y hasta a los borrachos" le dije a mi amigo Motoki uno de mis últimos días en Tokio. Sabía que lo haría pero no cuánto hasta pisar suelo peruano. Y no es que no haya sentido ganas de abrazar a toda mi gente y comer un rocoto relleno o una jalea como solo aquí se puede. Es solo que 24 meses y una generosa convivencia con los descendientes de los samurais, brasileños y latinoamericanos que allí conocí adquieren un matiz adictivo con el consabido síndrome de abstinencia si intentas huir.

Nadie podrá sentir la ausencia sino hasta decir adiós una vez en su vida. Esta era la segunda en mi caso. Me dí cuenta que hasta las paredes del que una vez fue mi cuarto se quedaban con una parte de mi historia. Todas las calles por donde pasé tienen un espacio en lo más recóndito de mi. La parte más conciente se la llevan mis amigos, aquellos que compartieron más sonrisas que palabras conmigo y el arsenal de almas que me tendieron la mano en esos días que empezaron siendo meses y luego se convirtieron en minutos.

No fue fácil la primera parte, pero la aventura pesaba más. Luego todo llegó a su cauce, vino la estabilidad, la mejor parte... y otra vez a decir adiós. Pero lo vivido queda, el mundo sigue, solo que tu ya no estás más allí, en ese escenario. Ahora empieza mi segunda aventura. Mi etapa de nostalgia cesará, es cierto, pero siempre llevaré conmigo la mejor transacción que he hecho hasta ahora: dos años de mi vida por miles de recuerdos.

Aquí estoy Perú.

Leyenda: Japonesa en kimono un día de verano en la estación de Oimachi, Tokio. Foto: Angélica C.