Tuesday, November 28, 2006

Cómo "engatusar" a un rottweiler

Free Image Hosting at allyoucanupload.com

Quien sabe. Ya agradecería yo a quien me diera la fórmula mágica. Bien que me hace falta para dejar de ver a esa enorme, redonda y oscura mascota que vive en casa de mi enamorado sin preocuparme por salir entera. Más que por ser enorme, redonda y oscura mi instinto de supervivencia se pone en alerta al ver sus filudos colmillos y ser testigo de su acalorado temperamento. Por que de que tiene malas pulgas las tiene.

Y precisamente me vengo a emparentar yo con un rottweiler cuando siempre había visto con cautela a todos esos "lindos" y "pacíficos" animalitos primos de Lay Fung (can que saltó a la fama tras haber convertido en cadáver a un delincuente en pleno robo) paseando por mi distrito junto a sus también "lindos" y "pacíficos" dueños muy orondos cadena en mano (prueba irrefutable de que amos y perros acaban siendo reflejo el uno del otro). Como mínimo terminaba saliéndome de la vereda cada vez que coincidía con alguno de ellos frente a frente. En el peor de los casos cruzaba la pista, todo dependiendo del tamaño y la cara de ambos.

No vayan a pensar que soy de aquellas personas miedosas o que les tienen alergia a los perros; nada más falso. Yo AMO a los animales. Sencillamente se me cae la baba y hasta lloro de emoción con ellos. Debo parecer orate pero nada en el mundo me da más ternura que la espontaneidad e inocencia de los cachorros jugando con aquel brillo en la mirada que me hace admirar a la sabia naturaleza.

Mis gustos no se limitan a los canes, incluyen a casi toda la fauna (domésticos y salvajes) exceptuando a los insectos (realmente me dan nervios), las ratas, las hienas y las aves de rapiña. A veces pienso que sería feliz viviendo en medio de la jungla; el único problema es que me gusta la comodidad de la ciudad así que tengo un conflicto interior al respecto.

Pero con los rottweiler sí ando con cuidado. Trato de buscar razones y creo que todo se remonta a ese antiguo filme que vi en mi chiquititud, La Profecía, donde un rottweiler era la encarnación del mal (para ser más justa debería también cuidarme de los niños bonitos, ¿o acaso no era así el anticristo?).

Free Image Hosting at allyoucanupload.com

Argos ha sido, es y será todo un reto para mí. Mi hijastro tiene ocho años y como todo rottweiler que se precie es posesivo y dominante. Para colmo de males hasta antes de que nos conociéramos solo él acaparaba la atención de su “papi”. Y entonces un buen día le presentaron a una humana que pesa menos que él, ni se le compara en gracia y encima le somete al encierro cuando visita su propia casa. Fue una lucha sin cuartel, donde yo tenía las de perder; imagínense intentar hacerle el alto a un rottweiler americano (más grandes que sus pares alemanes) full pedigree, rebelde y celoso. Así que no me quedó más remedio que mostrar mi cara más angelical esperando que se me haga el milagro de volverme su amiga algún día.

Cuatro años después parece que tanto anticucho, pizza y pasteles (ambos tenemos los mismos gustos) está dando resultado. Resulta que pese a sus raíces extranjeras mantiene su lado peruano vivo por lo que es posible llegar a él por el estómago, y de vez en cuando paseos, besos volados y palabras dulces (de lejos claro está). Es que en realidad le estoy tomando mucho cariño.

Y él tampoco es que me adore (¡ni siquiera puedo tocarlo hasta el día de hoy!) pero ya no me quiere asesinar cuando me ve en la puerta (tras las rejas por supuesto). El otro día me miró unos segundos e hizo un extraño movimiento con la pata, como raspando el piso. ¿Será esa una señal de aceptación? ¿O era que mi ropa olía a comida? Felizmente es macho pues sospecho que si fuera hembra no habría solución.

Leyenda 1: Argos, mi hijastro.
Foto 1: Ruddy Tena.
Leyenda 2: No hay duda, tenemos los mismos gustos.
Foto 2: Del hi5 de su "papi".

Labels: ,

Thursday, November 23, 2006

Las caretas cuestan (y yo no tengo plata)

De un tiempo a esta parte, en los momentos de “break,” mi cerebro le está dedicando espacio a tratar de entender esa mala costumbre de vivir para ser visto: el mundo de las apariencias. Y no me refiero precisamente a aquellos que viven bajo los reflectores en el glamoroso mundillo del estrellato (en donde es más entendible el tema) sino a gente común y silvestre que todos conocemos (compañeros de trabajo, conocidos del barrio, tal vez algún pariente... nunca faltan).

Cual celebridades, ellos destinan sus escasos salarios a pulir su imagen a fin de parecer lo que su imaginación cree que pueden ser. Son capaces de privarse de todo con tal de festejarle el quinceañero a su linda nenita, comprarse los artilugios electrónicos de moda que les sirva para presumir o endeudarse hasta el cogote solo para casarse de blanco a salón lleno porque “queda de recuerdo”.

Resulta hasta risible que el afán de ser reconocidos como “de otro nivel” y por ende personas “importantes” pueda más que los líos que se buscan por ello. Hace poco viví de cerca los “sueños” de una familia, digamos más o menos humilde, en pos del matrimonio perfecto. Este debía tener para tales efectos todo lo necesario para hacer sentir a la novia en un cuento de hadas, es decir doscientos invitados, un local donde se casan “los de arriba”, una impactante torta de boda, un vestido impecable con cola y damas de honor, orquesta, bebida y comida por doquier etc, etc.

No llegó a tenerlo todo pero lo intentó. Y después de tener la ilusión de ser feliz un momento ahora se encuentra sorteando la peor parte: pagar las deudas (y para lo cual debe seguir prestándose más money).

Sigo pensando que vanagloriarse y hacerse pasar por otro es la forma más tonta de perder energías. Por qué no ubicarse en la propia realidad para intentar dirigir sus destinos sin presiones de cualquier tipo (menos autoimpuestas) y siendo sinceros consigo mismo.

Si pues, imagino lo difícil y estresante que debe ser construirse una careta sin tener suficiente presupuesto para el mantenimiento. Prefiero mostrar mis alicaídos bolsillos que estar bajo el tormento del qué dirán. Conclusión: Soy misia... y no me compadezcas.

Labels:

Tuesday, November 21, 2006

Como en un reality show


En vez de cámaras hay ventanas, tres grandes ventanas que cada mañana se abren iniciando el show. Afuera, ellos, “los espectadores”, trabajan y fingen no ver. La mayor parte del tiempo tienen otras preocupaciones, como buscar precisión, avanzar con rapidez, cuidarse de no caer... Pero de cuando en cuando su mirada cruza el telón. Y allí entro yo. Desde mi pequeño hábitat, tratando de hacer mi vida como si nada. A menos que escape al baño o la cocina, ellos siempre podrán ver lo que hago en casa si así lo desean.

Ya sé que podría cerrar las cortinas y así poner punto final a todo, pero prefiero ser parte de este reality show cada vez que estoy aquí ( por lo general la mitad del día) que vivir a la sombra. La oscuridad -si no es de noche- me mata.

Tal vez sea ese mi lado más exhibicionista, quien sabe. Hasta antes de que a los vecinos se les ocurriera vender sus casas y que los nuevos dueños decidieran construir edificios allí (ya van tres), mi estancia hogareña siempre fue de lo más pacífica. Podía incluso vestirme y desvestirme así no más (con las ventanas de par en par) y nadie ni enterado porque la mayoría de las viviendas cercanas tenían menos de tres pisos. Y yo vivo en el cuarto (piso).

Por eso al comienzo los odiaba. No podía hacer nada sin mirar de reojo. Encima hacían tanto polvo. Después me entró miedo. Esos sujetos podrían estudiar mis movimientos y quien sabe hasta podrían ser peligrosos. Ahora me son indiferentes (ya van por el quinto piso, el polvo casi ha desaparecido).

Excepto la bulla que me obsequian he aprendido a convivir con su rutina. Parece que no hay razones para ponerme paranoica, ellos se ganan el pan de sol a sol en un trabajo nada delicado y yo pensando que les va a quedar ganas de aguzar la vista para saber qué come o deja de comer una simple mortal en su minúsculo depa. Como si no tuvieran nada más que hacer. Eso sí, ya entendí un poco como es eso de meterse a una casa con cámaras. Y conste que yo lo hago de gratis...No me queda de otra.

Leyenda: Para el común de la gente trabajadores de construcción, para mi "los espectadores" de mi reality show. Foto: Angélica C.

Labels:

Wednesday, November 15, 2006

¡El cliente perdió la razón!

Algo sucede con los vendedores que no logro comprender. Generalidades aparte creo que son dos grupos extremistas los que me hacen pensar en esto y me siguen sorprendiendo cada día. Bien podrían llamarse: los “care poto” y los “cariñosos” de ocasión.

Creo que nadie que viva en esta urbe ha sido ajeno a toparse con ellos; basta con que te des una vuelta por algún mercado o tienda de barrio. Ellos brillarán con luz propia.

A pesar de haber sido tratada con desdén por enésima vez, desde que traje mis chivas de regreso a Lima (alrededor de tres meses), me niego a acostumbrarme a que los “care poto” crean que me hacen un favor cada vez que solicito su atención (ya sé que siempre existieron pero es ahora cuando más sobresalen a mis ojos). También me niego a entregarle mi dinero a una especie de mutante que solo emite monosílabos con voz y expresión agria.

Hoy ocurrió de nuevo. Quise comprar un helado, la vendedora (no sería mejor llamarla espantadora?) me hizo pasar la sed a la primera mirada. Ni siquiera había terminado de formular la pregunta cuando la mujer me cortó con un rotundo “no hay”, media vuelta y chau (ella dio la media vuelta despidiéndome con un amable y tácito lárgate).

O sea, yo no era una cliente, solo un mero estorbo en su trabajo(?) de cuidar que nadie se acerca a aquella caverna (con el perdón de Pripilas). De esas tengo innumerables, pero no quiero hacerme mala sangre ahora que estoy comiendo mi heladito al tiempo que hago desahogo, mejor dicho, escribo estas líneas. No sé por qué pero, por lo general, la mayoría de este grupo son mujeres (o será que solo yo me topo con ellas?), de cualquier edad y, al parecer, no propietarias del local.

En la otra orilla, los “cariñosos” de ocasión amenazan con matarte de diabetes con sus frases edulcoradas. Fingen tanto cariño e interés por ti que me hacen recordar a los políticos en campaña besando desconocidos y cargando bebés. Por eso me provocan desconfianza. Aunque oírlos regalar elogios a cambio de que desembolses alguito por su mercadería no deja de divertirme: “Mi reina del cielo en qué te puedo ayudar?”, “Pasa preciosa pregunta no más”, “Mi amor adelante, sin compromiso”, “Amiguito ven que te muestro”, etc, etc.

Ellos están dispuestos a venderte el cielo y la tierra y nunca te verán feo (a). Así tengas doble papada, no te hayas bañado en una semana o te salgan pelos por las orejas, siempre estarás al nivel de Pierce Brosnan si eres hombre o Catherine Zeta Jones si eres mujer.

Si deseas levantar tu autoestima de vez en cuando, toparte con ellos puede ser mejor que ir al sicólogo. Pero ni se te ocurra sacar la billetera porque entonces saldrás cargado de objetos de dudosa procedencia (y muy posiblemente no te servirán de nada). Nunca creas en las muestras de cariño de los desconocidos especialmente si son vendedores. Calor peruano le dicen. En este grupo las cosas si están bien repartidas: hombres, mujeres, niños, jóvenes, adultos, ancianos, dueños, empleados.

Entre el amor y odio de estos dos grupos yo solo pido un poco de cortesía. Al parecer alguien olvidó explicarles que entre el blanco y el negro hay una inmensa gama de grises digna de ser aplicada. ¡Quién nos salva de ellos!

Labels:

Saturday, November 11, 2006

Lo hago en “un ratito”

Dije esa frase más de un centenar de veces en estas últimas dos semanas (sí, puede ser que todo el mundo lo diga pero yo había aprendido a luchar contra ello desde hace algún tiempo por motivos de supervivencia: vivía fuera del país). Hoy decidí que “el ratito” llegó y de golpe comprobé que mi estado de inacción (o postergación) estaba a punto de absorberme por completo.

Frente a mi tenía tanta faena que mi sábado (mi día favorito) iba a quedar mancillado. Tenía un monte de mails por responder, recibos que pagar, libros que buscar, cosas por ordenar, etc, etc. ¿Cómo un “ratito” puede trastocar tu vida? Es verdad, en este caso era un cúmulo de “ratitos” que unidos confluían a arruinarme mis actividades normales de fin de semana (solo relajarme leyendo o saliendo por allí).

Esos malditos “ratitos” que dejé colgados solo me han servido la mayoría de las veces para hacerme quedar mal y desestabilizar mi estado emocional. Pues creo que:

Te hacen llegar tarde (diez minutos que te pases leyendo un blog en vez de alistarte rápidamente para esa entrevista pueden ser fundamentales conociendo nuestro tráfico).

Te llenan de trabajo y estrés (ni se te ocurra pensar que en una tarde harás lo que no pudiste en una semana, tampoco recomiendo llevar trabajo a casa el fin de semana, porque sencillamente no lo harás).

Te hacen gastar más dinero (si excedes los plazos ni los bancos ni las empresas te perdonarán así les cuentes que tu abuelita tiene cáncer y tuviste que comprarle la medicina).

Te dejan en pelotas (la ropa no se lava sola, alguien debe ponerla a la máquina y plancharla después, a menos que quieras ser arrestado por impúdico (a) o confundido con un (a) loco (a) ropavejero (a)).

Te regalan un neumático en la cintura (no postergues los ejercicios o la dieta si quieres lucir decente en verano).

Cambian tu cabello por un escobillón (si ves que necesitas cortártelo, reacondicionártelo o darle tinte para que no asustes pues qué esperas).

Te dejan solitario (a) (si necesitas hacer esa llamada pero sientes que te meas de solo pensarlo es mejor que lo hagas ya mismo antes que alguien te gane por puesta de mano).

Convierten tu correo "solo" en casillero de spam (ningún amigo te volverá a escribir, ni si quiera enviará chistes malos si te pesa la mano para responderle una línea).

Te hacen parecer choro (a) (ya, devuelve esos libros no te hagas).

A mí me han pasado todas las anteriores (no todo hoy claro), suficiente como para quedar curada. Pero ahora debo cortar este post para terminar esta racha y quedar libre de todo mal.

Labels:

Wednesday, November 08, 2006

Se me olvidó... ¿vale decir perdón?


Si tengo que ser sincera diré que ese día amanecí como los otros (luchando conmigo misma para zafarme de la cama) y no reparé hasta pasadas las cinco de la tarde en la gran fecha.

Si quisiera arreglar el tema (excusarme, hacerme la tonta o pasarme de viva) podría decir que solo prolongué mi saludo para hacer mi entrada triunfal por la noche (después de hacerle sufrir un poquito) con una linda sorpresa (y quien sabe regalo electrónico incluido) que valiera la pena.

Pero no, lo acepto, no deseo ocultar mi error (¡horror!)... tampoco mi arrepentimiento. Fui un desastre ese día, una maldita desconsiderada, una bruja insensible, egoísta hasta los tuétanos, la más mezquina de todas... ¡OLVIDÉ SU CUMPLEAÑOS!

¿Qué tan importante es un cumpleaños? Pues veamos, si se trata de algún vecino o colega de trabajo con el que apenas cruzas el saludo no es nada. Si es uno de tus amigos o hasta tu hermano por ahí que puede agravarse la cosa. Pero si el susodicho (a) es tu enamorado (a), cómo te explico que puedes estar en problemas si pasas por alto el día. Conviene que te prepares para lo peor.

La fecha me vino como una revelación estando de regreso a Lima (pasé el fin de semana fuera)... así que debía esperar cerca de tres horas para verlo de frente, abrazarlo y hacerle olvidar el mal rato debido a mi repentina desaparición. ¿Qué se hace en casos como esos? Lo mismo que yo desearía si el otro cometiera un error: unas buenas disculpas.

¿Por qué nos cuesta tanto decir perdón a los peruanos? Más aún, ¿por qué casi nadie pronuncia esa palabra en estos lares? Me puse a pensar entonces en esa especie de bozal (mal llamado orgullo) que nos impide emitir seis letras cargadas de “magia” (ok, depende de la forma en que elijas pronunciarlas).

Traté de reivindicarme de inmediato y demostrarle mi arrepentimiento con un emotivo mensaje (ideal en caso de cumpleaños a punto de ser olvidados), vistiéndome una linda tenida (que encontré en algún rincón de uno de mis cajones) para distraerle la vista un momento, comprándole un vino borgoña en la licorería más cercana (aunque él no tome ni agua), cantándole happy birthday con una donut (o dona) y cinco velitas como pastel de cumpleaños (no había tiempo de ir a la pastelería).

Podría no haber sido el mejor mensaje, ni la imagen que él esperaba, ni el vino A1, ni la torta más apropiada, ni "el regalo" (ahora que recuerdo no llevé regalo) pero dentro de todo sentía que él valoraba mis sinceras seis letras (gracias a los japoneses aprendí a la fuerza el gomennasai)... hasta que llegó la hora de hacer el brindis final.

Cuando me quedé con la mitad del saca corcho en una mano y con la botella bien sellada en la otra comprendí que a veces las personas te pueden perdonar pero no siempre la vida misma (la suerte no jugará a tu favor) y que las historias rosa con finales felices solo existen en la ficción y claro siempre y cuando seas la inmaculada cenicienta (¿no es esta una contradicción?).

Pero a veces las villanas, previa botella de vino (no pregunten como la abrimos), se divierten más...y sus enamorados también. Sino pregúntenle a él, mi lindo gatito.

Leyenda: El vino de la reconciliación y el saca corchos que ya fue en momento culminante. Foto: Ruddy Tena.

Labels:

Thursday, November 02, 2006

¡Déjenme correr!

Después de haber leído un post inspirador decidí ponerme manos a la obra y tratar de alcanzar esa figura ideal que tanto me reclama el espejo. Amo el calor, el sol, el verano, el mar, pero lo que empieza a empañar mi entusiasmo por la próxima estación es mi disconformidad al ver mi silueta debajo de un bikini. De ahí que me lancé a mi meta y salí a correr parque abajo todo lo que mis piernas pudiesen aguantar.

Mi primer día de remozada deportista debía empezar a las 6.30 pero mi indomable amor por las sábanas solo hizo que me ponga en pie media hora después. Traté de contagiarme del espíritu fitness vistiéndome con ropa deportiva motivadora (un día antes fui de tiendas buscando algo cómodo, bonito y que estilice) y estrenando mis casi nada llamativas zapatillas (naranja-negro-doradas) que me regalé antes de volver de Tokio (creo que en ese entonces ya había perdido el sentido de la ubicuidad porque allá casi todo está permitido a la hora de salir a la calle. Aunque finalmente quién dice que no las use aquí si las adoro - pese a ser tildada de huachafa-).

!Error total! No hubo NADIE que dejara de mirar a aquella suerte de faros incandescentes que me separaban del suelo haciéndome sentir la vedette matutina del día desde que pisé el otro lado de mi puerta. Y claro, teniendo en cuenta que era casi las 7.30 la cantidad de gente despierta no era poca.

Intenté ignorar al mundo recordando mi objetivo: lucir espectacular algún día (bueno, me conformo con volver a ser regia, porque ya lo fui o no? Ok. ese es otro tema), entonces mis piernas aceleraron su paso rumbo al parque más cercano, y eso que recién estaba calentando.
Ya volvía a sentir que desde muy dentro de mi despertaba la otrora deportista cuando una combi me dio el impulso necesario para empezar a correr...si no lo hacía hubiese formado parte del creciente número de atropellados que ostenta el transporte chicha en este país.

No se si fue que el susto abrió mis oídos pero de pronto empecé a oír silbidos de guachimanes, seudo piropos de abuelitos madrugadores, comentarios dizque graciosos de choferes y cobradores, bocinazos de toda índole y hasta risitas de adolescentes uniformados. ¿Qué le pasa a toda esta gente? ¿Por qué les cuesta tanto dejar en paz a una mujer tratando de ejercitarse? ¿Por qué tienen que meter su cuchara en lo que no le incumbe? ¿Por qué carajo no respetan un poquito?

Allí mismo me di cuenta que sería imposible seguir, de nada valía mi fuerza de voluntad si en mi camino se cruzaba una manada de sujetos que batallaban en contra de mi esbeltez y con un afán supremo de ridiculizarme a toda costa. Sospecho que la víctima podría haber sido cualquier fémina (varón es menos probable) en malla y zapatillas (fosforescentes) a esa hora de la mañana moviendo el esqueleto en aras de la belleza pero en esta ocasión me tocó a mí (¡por qué no me levanté a las 6 cuando no hay nadie!).

Volví a casa con el corazón agitado, el hígado revuelto y los colores en el rostro después de dar (solo) un par de vueltas al parque. Creo que de cualquier forma quemé calorías pensando en por qué hay tantos entrometidos en esta ciudad y en cómo podría financiar mi próxima matrícula a un gimnasio. ¿O habrá sido culpa de mis zapatillas?